Nota que complementa la anterior “Por qué social cristianismo” también escrita para el Foro Social Cristiano Argentino y publicada originalmente en www.fosc.com.ar.
Las corrientes políticas a lo largo del tiempo han respondido y responden, a ideas rectoras, provenientes del campo filosófico y en algunos casos del religioso.
Ese aplicar a una sociedad determinada principios filosóficos permite construir y aplicar un “modelo socio-político-económico-cultural”.
Los modelos suelen surgir en una sociedad como fruto del encuentro, no siempre grato, entre pensamiento y realidad; y tras enraizarse y crecer en un país suelen tener una fuerte tendencia a extenderse a otras sociedades, otras geografías, usualmente por las malas.
Así por ejemplo, el liberalismo sostiene las libertades individuales a ultranza, un fuerte individualismo; con un Estado con poca participación, salvo para garantizar esas libertades individuales; el imperio de la propiedad privada; el lucro como motor de la economía, la competencia y hasta si se quiere, un ateísmo práctico.
A su vez el marxismo-comunismo, se afirma en el materialismo dialéctico, la negación absoluta de un Dios creador; la lucha de clases, la dictadura del proletariado, la inexistencia de propiedad privada, el colectivismo, la violencia como partera de la historia, etc.-
Unos y otros actúan siempre en consonancia con sus ideas, son persistentes en su coherencia. Durante años se han repartido la dominación o influencia en el mundo, al tiempo que han adecuado sus ideas fundamentales a los cambios de la realidad mundial sin renegar de sus raíces. Son estas ideologías las responsbales de guerras, dictaduras, violencia internacional, hambrunas, etc. hasta llegar a esta actualidad de la sociedad humana.
Si cito acá a estas ideas políticas y los modelos que proponen o imponen es simplemente para destacar –por si hiciera falta – que no hay actividad política que carezca de un sustento doctrinario – filosófico, y para preguntarnos… ¿Cuáles son las bases ideológicas del cristiano en política? Porque la historia nos muestra a cristianos de distintas iglesias, tanto como en el liberalismo como en el (más en el primero que en el segundo por cierto); participando y sosteniendo tanto a dictaduras como a gobiernos corruptos.
Es el momento entonces de tratar de precisar cuáles son o debieran ser, los ejes fundamentales de un modelo cristiano o mejor aún, de un modelo social cristiano, por inspirarmos en la Doctrina Social de la Iglesia Católica.
El católico y la política.
Son muchos y de larga data, los documentos eclesiales referidos a la participación del católico en la política. SS Francisco retoma esa línea del Magisterio e insiste: «La política es una de las formas más altas de la caridad, porque sirve al bien común. Yo no puedo lavarme las manos. Todos debemos hacer algo», advirtió agregando después «un buen católico se inmiscuye en política… ofreciendo lo mejor de sí,…humildad y amor para el pueblo». Señaló también un concepto fundamental y distintivo: el amor. Para Francisco quien gobierna «debe amar a su pueblo… un gobernante que no ama, no puede gobernar; al máximo podrá disciplinar, poner un poco de orden, pero no gobernar. No se puede gobernar sin amor al pueblo y sin humildad, y cada hombre, cada mujer que debe tomar posesión de un servicio de gobierno, debe hacerse esta pregunta: ¿Yo amo a mi pueblo para servirlo mejor? ¿Soy humilde y siento a todos los otros, las diversas opiniones, para elegir el mejor camino?».
Cerró esa intervención diciendo, «nadie de nosotros puede decir: `Pero yo en esto no entro, ellos gobiernan´. No, no, yo soy responsable de su gobierno y debo hacer lo mejor para que ellos gobiernen bien y debo hacer lo mejor participando en la política como yo puedo».
Está claro, no hay dudas, no vale aquello de que la política es mala o es sucia para dejarla de lado, dejando campo orégano a aquellos responsables de tanta injusticia, exclusión y violencia.
Así como liberales y marxistas actúan conforme sus principios rectores, los católicos debemos necesariamente actuar en “clave cristiana”, es decir conforme los pilares de nuestra Doctrina Social. Porque “La Doctrina Social tiene una importante dimensión interdisciplinar. Para encarar cada vez mejor, en contextos sociales, económicos y políticos distintos y continuamente cambiantes, la única verdad sobre el hombre, esta doctrina entra en diálogo con las diversas disciplinas que se ocupan del hombre, incorpora sus aportaciones y les ayuda a abrirse a horizontes más amplios al servicio de cada persona, conocida y amada en la plenitud de su vocación”
Cabe precisar que “clave cristiana” en política, no es clericalismo, dependencia u obediencia a la jerarquía religiosa. La pertenencia a instituciones eclesiales y la forma en que cada quien viva su religión, son cuestiones del orden personal. No son pocas las veces en que laicos y clero han participado o apoyado a grupos de acción o gobiernos, totalmente reñidos con la “clave cristiana”.
Los principios que se detallan, no deben ser ni propuestos ni aplicados en forma aislada. Conforman un todo integral y armónico. Siempre van juntos, siempre.
Dignidad de la Persona Humana.
Cuando el social cristianismo habla de Persona Humana y de su dignidad, se refiere a la creatura privilegiada de la Creación, imagen y semejanza de Dios, el ser humano. Es la dignidad la que nos acerca y relaciona con Dios. Hay persona porque hay dignidad y la dignidad es propia y exclusiva de la Persona Humana. Centro y vértice de todo lo que existe; expresa el origen desde y la trascendencia hacia Dios de esa persona. Si se menoscaba la dignidad, hay despersonalización, hay pérdida de humanidad. Por eso la importancia fundamental de la idea de dignidad como expresión y sostén de lo humano.
Ambos conceptos, dignidad y persona humana, son propios del cristianismo, si bien cabe reconocer que han sido apropiados por expresiones del derecho positivo, que le dan un carácter más centrado en lo material, en condiciones de vida, en la libertad de hacer a su antojo.
Toda propuesta del social cristianismo se centra en esta concepción de la Persona Humana-Dignidad, imposible de escindir.
La libertad.
La libertad es en la persona humana don y tarea. Es don porque es signo de su origen. Es tarea individual, fraterna y solidaria, porque como criatura no puede permitir ningún tipo de dominación sobre sí u otras personas; así, busca cumplir su tarea co-creadora a través de la libre elección del bien y de los medios adecuados. Este concepto de libertad cristiana es otro de los pilares de los Derechos Humanos universalmente aceptados. Tenemos libertad para buscar el bien, relacionándonos con el mundo como amos; con las personas como hermanos y con Dios como hijos.
La igualdad.
Justamente por ser todos hijos de Dios y hermanos entre nosotros; las personas somos exactamente iguales en naturaleza, origen, vocación y destino, por sobre las diferencias propias de nuestras individualidades naturales.
No cabe así ningún asomo de discriminación por causa alguna, incluyendo las violaciones a la igualdad de los hombres como la miseria, las desigualdades por la explotación económica, el abuso del poder, etc.
Esto nos lleva a la fraternidad y a la solidaridad, indisolublemente unidos y que se expresan en el amor al prójimo-
Los Derechos Humanos.
Al respeto de la Persona Humana le corresponde el respeto de los derechos que se derivan de su Dignidad. Estos derechos son anteriores a la sociedad y se imponen a ella. Son parte del fundamento de toda autoridad. Sin el respeto a todos los Derechos Humanos, a la autoridad sólo le queda la fuerza o la violencia. La visión cristiana del hombre y de sus derechos influyó notablemente en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Sobre esta base se van incorporando conforme la evolución humana, nuevos derechos.
La justicia.
Expresa la dimensión del amor al prójimo, al tiempo que es la condición para que éste crezca y se multiplique. Podemos decir que la justicia de una sociedad se mide por la manera en que en ella se trata a los pobres, los excluidos, los que no tienen poder.
Se manifiesta en tres formas: a- justicia conmutativa la que se da entre personas y comunidades; b- justicia distributiva: la que garantiza la justa distribución de los bienes y c- justicia social: que permite a cada uno conseguir lo que es debido conforme su naturaleza y vocación.
El Bien Común.
No es sólo la existencia de bienes, sino también y por sobre todo la posibilidad real de que todos los miembros de la sociedad puedan acceder a ellos. Se puede decir también, que es el conjunto de condiciones de vida que permite la más plena perfección humana. La mera abundancia de bienes materiales o sociales no es bien común, sólo lo serán si son gozados por todos.
Es éste otro de los conceptos propios del cristianismo que hemos dejado sea usado y mucho, en una concepción básicamente materialista, de tener antes que del seguro acceso y la justa distribución. Una de las ideas con que se quiere esconder el fracaso por alcanzar el Bien Común, es la de inclusión social.
El Destino Universal de los Bienes.
La Creación está destinada para que sirva y sea usada por todas las personas y las sociedades. Por eso mismo, debe estar al alcance de todos en forma equitativa, en justicia y caridad. Cualquiera sea la forma jurídica que una sociedad adopte para la propiedad, nunca debe dejar de lado este concepto del destino universal de los bienes.
Del que deriva la concepción cristiana de la propiedad privada y de su función social.
La Opción Preferencial por los Pobres.
La persona Humana no ha sido creada para la miseria, que es un pecado de injusticia social, un mal del que hay que liberar a quienes lo sufren. Los que poseen más, tienen el deber de socorrer a los que no poseen. El medio de hacerlo, es la Opción Preferencial por los Pobres, por la cual las personas se abren amorosamente para ayudar, no con la sola limosna, sino con lo que necesitan para poder realizar a pleno su dignidad y acceder al Bien Común.
La integración.
No se agotan con los señalados, los conceptos de la Doctrina Social que dan sustento al social cristianismo. Ni en su enumeración, ni en su precisión. Nos queda el abrevar en los textos del Magisterio para conocerlos a todos a fondo.
La clave es no quedarnos en el saber académico, en la demostración de conocimientos, sino en practicarlos en el terreno de nuestra vocación política.
Cuando en política pensamos, hablamos y actuamos debemos hacerlo en “clave cristiana”, usando estos principios para centrar el tema de que se trate, analizarlo y proponer líneas de acción. Por cierto que en una sociedad compuesta por tantas expresiones del pensamiento habremos de dialogar, convivir e integrar armónicamente estos fundamentos nuestros con otros. Apoco de andar, se advierte que no es tarea tan difícil, que se coincide en cuestiones fundamentales, aunque desde perspectivas distintas.
La clave es el respeto al otro. El considerar al prójimo, como “otro yo”, muchas diferencias cesan ante la caridad que ve en cada prójimo, un hermano.
Esa clave cristiana en la que insistimos, es el elemento ordenador e integrador de estos conceptos y por lo tanto del accionar político social cristiano. El que debe dejar de lado la colonización que hemos sufrido desde otras concepciones políticas a causa del abandono, del olvido, del dejar limitada al gabinete de estudio o a los libros a nuestra Doctrina Social. De nada nos servirá el conocerla, si no la tenemos como punto alfa y omega de nuestra actividad.
Los modelos políticos conocidos han fracasado por tener una visión limitada, podre e intrascendente de la Persona Humana.
Si queremos una nueva sociedad, debemos “hacer lío”. Y ese lío será con estos principios, puestos en la práctica.
Lo que nos lleva a modo de cierre, a volver a un concepto antes señalado en palabras de SS Francisco: el amor.
El accionar del cristiano se basa en el amor. Por sobre todo en la política, por ser ésta la que concreta el Bien Común, la que debe facilitar la plena realización de la dignidad de las personas y la sociedad.
No debiéramos seguir permitiendo que esos conceptos sean olvidados o malversados.
El social cristianismo es la expresión política que debe llevar a la práctica ese tesoro doctrinario.
SAN LUIS. Abril 3 de 2014