Otra
vez el pueblo de San Luis se encuentra ante un enfrentamiento que involucra a
instituciones que la democracia ha puesto para que le sirvan.
El
gobernador de la provincia, a su regreso de Europa, puso en boca de autoridades
de la UNESCO, una severa descalificación al accionar académico de la
Universidad Nacional de San Luis. Afirmaciones hasta hoy no avaladas por prueba
alguna, pese a la gravedad y al fuerte impacto social de lo dicho. Menos aún,
después que la UNSL recibió de parte del embajador argentino ante la UNESCO una
nota en la que no recuerda que se haya tratado este tema en las reuniones
celebradas por el gobernador. Y a la terminante afirmación de que la UNESCO no
se dedica a calificar universidades.
Pero
el gobernador continúa con sus ataques, mezclando lo académico con lo
partidario.
Hace
tiempo que la relación Gobierno-Universidad no es la de desear. A pesar de
importantes convenios que les permiten concretar acciones relevantes para
nuestra comunidad, aparecen estos choques y acusaciones, fruto de privilegiar
la acumulación de poder y el dominio sobre todas las instituciones, tan propia
del gobernador Rodríguez Saá.
Las
universidades argentinas, y por lo tanto la de San Luis, tienen serios
problemas presupuestarios y salariales desde hace mucho, hoy agravados por las
demoras con que se reciben los fondos que les corresponden. Todo ello crea un
clima institucional y de trabajo muy poco favorable.
El
gobierno de la provincia, el partido gobernante y sus legisladores, especialmente
los nacionales, pueden hacer bastante para que la Nación cumpla con lo que debe
y para respaldar los reclamos de docentes e investigadores. Tal como se hace
en muchas otras provincias. Los legisladores nacionales de San Luis que
responden al gobernador, tienen una escasísima asistencia a todos los
requerimientos de la Universidad para que conozcan sus problemas y se puedan
hacer acciones en conjunto.
El gobernador de San Luis le reclama a la Universidad mayor excelencia en su labor académica. Y está bien, por que siempre se puede hacer más y mejor la tarea de cada uno. Sólo que el punto de partida del reclamo no es cierto ni correcto. El nivel de la UNSL puede y debe ser elevado (de hecho se trabaja permanentemente en eso a partir de todas las evaluaciones internas y externas que se hacen), pero para ello no hace falta mentir sobre su actual realidad.
En
contrapartida, cabe que le exijamos al gobierno de San Luis mayores niveles de
excelencia en lo que hace. Para que los barrios recientemente construidos no
presenten las fallas que se vienen advirtiendo y que ponen en peligro la
calidad de vida y hasta la seguridad de quienes los habitan; para que los
concesionarios del peaje cumplan con las obras prometidas y que hasta hoy no se
ven; para que todas las escuelas tengan todo el personal que necesitan sus
alumnos; para que no se abandone la educación de los adultos o de la de los
discapacitados; para que bajen los índices de delincuencia y aumenten los de
delitos esclarecidos; para que no haya más violaciones a los derechos humanos;
para que la justicia sea independiente, eficaz y eficiente; y tantas cosas más.
Debemos
exigir y exigirnos mayor excelencia. Mucho más cuando el pueblo es el que
sostiene económicamente la actividad para resolver sus necesidades; para
concretar sus sueños.
Esta
puja de pasiones partidarias de bajo vuelo que el gobernador encabeza contra la
Universidad es tan estéril como inútil. Pero, ¿cómo termina?. Se puede hoy
encauzar la tarea de gobierno y universidad por los carriles del diálogo, del
esfuerzo común; complementario y solidario que el pueblo reclama. ¿Hay voluntad
cierta de ambas partes?.
El
gobernador viene demostrando que quiere meter mano en la UNSL a su antojo, como
lo hace con todo lo provincial, o caso contrario tener una universidad que le
responda, sea privada (hay un proyecto de su hermano) u otra nacional (también
hay un proyecto sobre el que nos hemos referido en esta misma columna, tiempo
atrás).
Es
hora que el gobernador deje la crítica, si no es capaz de recibirla o de
ejercer la autocrítica.
En
este sentido, la Universidad, sus autoridades e integrantes han dado señales
evidentes de ejercer la crítica y la autocrítica, con una madurez y espíritu de
amplitud desconocido por el gobierno de la provincia.
El
actual ataque del gobernador a nada conduce, salvo el deterioro definitivo de
las relaciones institucionales y a la destrucción de las imprescindibles
posibilidades de trabajo común.
Pero
Rodríguez Saá viene demostrando que aplica aquello de que el Estado soy yo o
después de mi, el diluvio.
Es
preciso abandonar lo estéril e inútil.
Se
necesitan urgentes gestos que den lugar a acciones firmes que consoliden lo que
debe ser.
Se
necesita grandeza y madurez de los dos actores, aunque de uno de ellos parezca
difícil.
Publicada
en EL DECAMERÓN – Año 5 – Número 79 – 18 de Noviembre de 1999
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