Cuando el Gobierno Provincial entregó las primeras casa en la”Ciudad de La Punta”; el locutor oficial dijo que allí no habría lugar para aquellas tradiciones que frenan el desarrollo de los pueblos.
A buen entendedor… ¡pocas palabras! Sabiendo de dónde viene el mensaje, supimos muy bien qué quería decir. Lo que se ratificó poco después cuando se informa que habría un único lugar destinado a todos los cultos religiosos y a varios kilómetros de esta ciudad, el que sería usado según algún tipo de distribución por sorteo.
Como si la vida de cada credo se limitase a la celebración de oficios religiosos. Hay mucha actividad más en educación, en apostolados, en ayuda espiritual y social, en oración, etc. Todas, tareas claves para cada religión. Pero el gobierno provincial las quiere reducir o eliminar. ¿También se sorteará en un día por semana o en horas por cada día para cumplirlas?
La Iglesia Católica con el ejemplo de Juan Pablo II desarrolla una muy intensa actividad ecuménica con todos los credos religiosos, sin discriminación alguna, en un ámbito de respeto, de comprensión y de amor a Dios y al prójimo, verdaderamente admirables. Y nadie quiere salirse de ese espíritu ecuménico.
Pero cada religión, cada credo tiene su identidad, su propias actividades que deben ser respetadas y favorecidas, justamente dentro de ese mismo ámbito de respeto ecuménico. Y en eso los creyentes sabemos muy bien qué cosa necesitamos, no nos lo va a enseñar un grupito de dirigentes que hacen ostentación de ateísmo y que pretenden imponerlo a toda nuestra sociedad. Se trata de saber respetar y convivir dentro de la diversidad.
Resulta que ahora los creyentes venimos a ser perseguidos o limitados en nuestras actividades por los no creyentes. O algunos de éstos nos quieren decir cómo y dónde debemos practicar nuestro culto. Tal ha ocurrido en muchas dictaduras de triste para la Humanidad. En este marco, decirle estas cosas a un gobierno provincial regido por los pensamientos de Alberto Rodríguez Saá y la complacencia muda de su hermano Adolfo, es perder el tiempo.
De ahí que tengo claro que es perder el tiempo pedirle a este Gobierno Provincial que construya una Iglesia Católica en La Punta. Y lo mismo para cualquier otra creencia.
Es hora entonces de asumir responsabilidades y poner manos a la obra para lograr lo imprescindible: Un templo Católico en la ciudad de La Punta.
Cómo hacerlo?
Primero, tener una organización con ese objetivo con los habitantes de la ciudad.
Segundo, iniciar una colecta entre la feligresía de la provincia para construir en La Punta el Templo que se necesita. Colecta que no debiera reemplazar a las que ya se cumplen para ayudar a tantos hermanos necesitados por la falta de trabajo, de alimentación, de salud y de educación a consecuencia de estos gobiernos que sufrimos.
Tercero, solicitar al gobierno la venta de un predio para construir allí nuestra Iglesia.
Cuarto, construir nuestro Templo.
Todo hecho con nuestro propio esfuerzo, con nuestro dinero, con nuestro trabajo, con nuestra colaboración, con nuestro sacrificio. Sin pedirle a quien no quiere dar, nada más que la posibilidad de pagar puntualmente lo justo y necesario. Después de todo ya sabemos que a este equipo de gobierno, la plata es lo que más le interesa y le gusta.
La Punta debe tener su Iglesia y en base al artículo 7º de la Constitución Provincial en cuanto a la obligación gubernamental de cooperar con el sostenimiento del culto católico, apostólico y romano; sólo le pedimos que nos dé la oportunidad de que nosotros mismos construyamos lo que necesitamos. Sin tener que agradecerle ningún regalo a quien hace gala de un ateísmo visceral y discriminatorio.
La Iglesia de La Punta, debe ser la Iglesia de todos los católicos de San Luis, símbolo de nuestra fe, de nuestra decisión y de nuestra capacidad de construir por nosotros mismos. Del mismo modo que se han hecho muchas importantes obras católicas aquí, en el país, en el mundo.
¡Manos a la obra, pues!