El pensamiento nacional, una conciencia que nos permita pensar por las nuestras sobre lo que nos pasa y hacemos, ha sido una tarea de muchos años, con etapas y con variados y calificados actores. Es lógico que así sea, porque un país en cualquier situación que lo analicemos necesita ver desde su perspectiva sus necesidades, su forma de inserción en el mundo. En ésto no nos diferenciamos de otros pueblos, cualquiera sea el «mundo» en que se nos quieran dividir y encasillar.
El pensamiento argentino fue apareciendo desde los albores de la Patria. A los ponchazos, por intuición primero; con sangre, con dolor, con amor. Alcanzando importantes logros y con lamentables errores fue acompañando nuestras luchas y política. A él aportaron hombres federales y unitarios, de armas y de ideas, caudillos, políticos y religiosos. Y mucho hay para hablar de este apasionante tema que en los 60-70 alcanzó quizás su mayor pico en el interés nacional, especialmente de los jóvenes.
Dejando de lado cualquier otro aspecto de su personalidad y de su gobierno, Perón propuso una acabada síntesis de este pensamiento con las consignas de una Patria socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana.
Los numerosos desencuentros políticos que tuvimos, hicieron que esta síntesis quedara sólo como patrimonio del justicialismo. El gobierno de Menem sería el encargado de cumplir con esas tres banderas de lo nacional.
Y está claro que el menemismo sistemática y concienzudamente está dedicado a destruir estos conceptos. Veamos:
- Socialmente Justa: poco se puede decir de justicia social en un país que abandona a los jubilados, desatiende la salud atacando la solidaridad de las obras sociales y fomentando el negocio de la medicina prepaga; que abandona la enseñanza pública; con tanto desempleo y minoridad mendigante; con una lamentable distribución de la riqueza, entre tantas otras cosas.
- Económicamente libre: En la actualidad mundial manda el capitalismo que derrotó (enhorabuena) al comunismo; pero ésto no le da chapa de bueno ni de justo. A partir de este triunfo capitalista, su modelo económico se extiende por todas las latitudes y el menemismo, a falta de capacidad intelectual para otra cosa, aplica obedientemente lo que le dicen. Así, hemos perdido a las empresas nacionales, la banca y el crédito privados y buena parte del estatal, las grandes industrias y hasta lo agropecuario. Los capitales extranjeros habrán de conducir estas actividades siguiendo las necesidades de sus cabeceras, no las de nuestro país. Como siempre lo han hecho aquí y en todos lados. ¿O Menem y sus menemistas creen otra cosa?
- Políticamente soberana: Con una base económica nuestra, la capacidad de decisión política (en todos sus ámbitos) es importante. Pero al abandonar el control sobre la producción hemos ido perdiendo el peso en lo político, limitándonos a levantar la mano siguiendo otros mandatos. Estamos en las relaciones carnales con los EEUU, un concepto que es uno de los más lamentables que se puedan haber expresado nunca. Y sus embajadores aquí se meten en todo de una forma inconcebible.
En estos días leemos que el FMI autorizaría para 1998 mayores gastos (?) en lo social y educativo. ¿Esto se llama soberanía Dr. Menem?
Basta este rápido análisis para ver y comprobar que el menemismo y tras suyo el PJ han destruído esta síntesis de lo nacional. Se quedaron en el afán desesperado del poder y tras él entregaron su alma al diablo, junto con todo lo que le piden.
Y no queremos caer en nacionalismos trasnochados o fuera de época. Sólo lo justo para que nos definamos y nos respeten como pueblo libre. Tal como lo hacen y lo defienden cada uno de los países poderosos del momento. No podremos integrarnos al mundo como colonia, así solo seremos absorbidos.
No es la primera vez que lo nacional decae. Ya se levantará, cómo lo supo hacer en otras ocasiones. Sólo hay que esperar (y ayudar) a que aquellos que se unan para lograrlo trabajen mucho y bien. Rescatando la teoría y la acción de una Patria Justa, Libre y Soberana, con las correcciones y adecuaciones que el momento exige. Pero corrigiendo, no renunciando.
Se trata de ser nosotros mismos, insistimos en la idea; sanamente orgullosos de lo nuestro, conscientes de lo que podemos y tenemos, tanto como de lo que no. Ser una patria, no una colonia con un administrador manejado, por más que demuestre habilidades para la politiquería desechable.
Publicada en EL DECAMERÓN – Año 2 – Número 40 – 21 de Agosto de 1997