Todo vuelve a ser como antes de las elecciones, sin las calificaciones o descalificaciones de las campañas. Aún con algún importante descenso en los porcentajes, el gobierno mantiene liderazgo en la Legislatura y en los Concejos Deliberantes, tras una campaña en la que no se profundizó en la función legislativa del oficialismo. No le interesa que se sepa el papel que sus legisladores cumplieron y cumplirán. Escondidos tras el manto protector de Adolfo deben ser observantes, defensores y propagandistas del famoso proyecto provincial del Jefe. Incluyendo toda la exigencia de adulonería y obsecuencia que debe adornar la conducta de cada uno.
Así no hay demasiado lugar para la autonomía de criterios, de acción, ni crítica alguna. Salvo excepciones, quien incursionó por esos caminos perdió el empleo. Las críticas, según esta versión, son externas, de personas, instituciones, provincias que nos envidian los logros y no entienden que San Luis está llamado a ser guiado ad-infinitum por «el Adolfo».
Los nuevos legisladores habrán de actuar como los anteriores:
- En lo nacional, adhiriendo a la construcción menemista de una estructura socio-económica destructora de las clases trabajadora y media, concentradora del capital en pocas y extranjeras manos. A lo sumo, negociarán su voto por alguna ventaja parcial para la provincia. Como si eso nos salvara del panorama nacional.
- Aprobarán sin más los proyectos oficialistas locales; no presentarán iniciativas propias y cajonearán las de la oposición, si es preciso, con modalidades poco democráticas.
- No se meterán con el accionar del Ejecutivo, ni de la Policía, poco apta para esclarecer hechos, hábil para recoger denuncias por malos tratos. Ni con la Justicia. Así se aseguran el futuro sobre todo en cuestiones de enriquecimiento veloz.
- Habrán de votar las emergencias en las áreas en las que el gobierno demostró tan poco interés y capacidad: cultura, educación, previsión, justicia, transporte.
En suma, contribuirán al afianzamiento del adolfismo, tan cercano por sus formas totalitarias al stalinismo: un jefe que concentra y reparte a su antojo (entre parientes y amigos) el poder en su partido, en el Estado, en los medios de comunicación, las fuerzas de seguridad. Ciegos y sordos a las críticas, recibiendo y premiando la obsecuencia de sus equipos, que terminan perdiendo sus capacidades para convertirse sólo en miembros obedientes.
Los logros materiales tan publicitados, como ahora discutibles, tratan de cubrir las fallas. Vienen dando frutos en un importante sector de la provincia que ató su destino al carro adolfista, apoyando con su voto sin pensar demasiado en las consecuencias de ese poder que ha contribuido a formar.
La oposición está en minoría tal que le impide forzar la eliminación de situaciones como las descriptas. Es cierto que buena parte de la oposición tiene franca vocación minoritaria y terror a ganar alguna elección. Algo adelantó ahora con la tendencia a la unidad, único camino que le cabe para construir una democracia sólida en la provincia. Los que hicieron rancho aparte, creyendo que esto es cuestión de individualidades (con lo que le dieron una buena mano al adolfismo) están muy cerca de una desaparición bien ganada.
Mucho deberá transitar la alianza opositora para consolidar su proyecto y convencer de sus virtudes. Fundamentalmente se evidencia la falta de una tarea educadora persistente acerca de lo que pasa, de sus ideas y de sus denuncias. Muchas de éstas quedan en el olvido y no faltan los que creen que eran mentiras, que ya se solucionaron o que los acallaron comprándolos.
El adolfo-stalinismo, perdió algo de peso, mas no da margen para la alegría. Sigue poseyendo medios y métodos de presión y corrupción para recomponer poderío. Sobre todo ahora que tiene más claro que nunca, que nada se hace sin el mismo Adolfo a la cabeza de todo. Esto indica, que hoy por hoy no hay una salida segura y honrosa del poder. No se avizora quien puede heredarlo sin que ocurra el efecto Angeloz. Por lo que sólo le queda la continuidad en el poder provincial. Lo que permite prever un quinto período.
Es decir que estaremos por un tiempo más en una franca emergencia democrática. Sabiendo que cada vez habrá más y peor de lo ya conocido.
Publicada en EL DECAMERÓN – Año 3 – Número 43 – 8 de Diciembre de 1997