Nuevamente la discusión (no siempre amable), la pérdida de tiempo y hasta la confusión por la fecha en que el pueblo debe elegir sus representantes.
Nuevamente nos encontramos con que es facultad del Poder Ejecutivo el decidir esta fecha. ¿Y cómo ejerce esa facultad? Pues, según le convenga al Gobernador y a su espacio político.
Y mientras el Gobierno mira encuestas, tira las cartas o consulta a los astros para tratar de definir la fecha a la que llegará mejor posicionado para esa elección; el pueblo y la dirigencia política están a la espera de esa decisión absolutamente unilateral.
Es hora de que nuestra democracia dé un salto de calidad y deje resuelto de una buena vez este tema y tener una fecha electoral y el calendario que de ella se desprende, fija y permanente.
Se ha cita y mucho, el caso de los EEUU en donde se vota un determinado martes de noviembre y eso no cambia pase lo que pase. Se respeta siempre, incluso en medio de las guerras en que han estado metidos o con desastres naturales.
Con una fecha así, todos saben muy bien a qué atenerse y hay una clara demostración de vocación por jugar limpio. Una fecha así no está condicionada a los humores del gobernante de turno; al contrario éste también deberá acomodar sus acciones a esta fecha inamovible.
Una pequeña cosa como definir de ese modo un calendario electoral, produce una importante mejora en la calidad institucional. No es bueno que las elecciones estén supeditadas a la conveniencia de una persona, de su gobierno o de su partido. Actuar como se viene haciendo, es un anacronismo que debemos desterrar.
A nivel nacional eso se ha logrado, se vota siempre en el cuarto domingo de octubre. Claro está que tampoco tenemos demasiadas garantías, ya que en el 2009 la Presidente Fernández de Kirchner aprovechando su mayoría parlamentaria hizo modificar por esa única vez la fecha adelantándola al 28 de junio. Se usaron argumentos tales como la epidemia de gripe, pero buscando en definitiva una fecha con más posibilidades según las encuestas.
Para evitar esto, en el momento de sancionar una ley que disponga una fecha fija, deberá incluirse una fuerte traba legislativa a sus modificaciones parciales o temporarias y de ser así, con no menos de un año de anticipación.
Hoy San Luis se encuentra ante este problema. El Gobernador entiende que la mejor fecha para él, es la del 14 de agosto pese a la tremenda confusión que plantea mezclar una elección primaria nacional para elegir candidatos, con una elección provincial que elegirá autoridades y legisladores. Provocar una confusión así es una irresponsabilidad mayor. Cuando el pueblo debe elegir, la situación en que lo haga debe ser clara, transparente, sencilla.
Un Gobierno, cualquiera sea él, no puede seguir siendo dueño de resolver a su antojo y conveniencia la fecha en que se elijan gobernantes. Ocupar el más alto cargo de una provincia no convierte a nadie en el amo y señor de la democracia. Al menos, claro está, que se viva en un feudo con máscara democrática.
Para simplificar los calendarios, para no tener un año entero con campañas electorales, para reducir costos para el Estado y los partidos, se puede legislar para que, como ocurre en muchos otros países, se vote en una misma fecha y en urnas separadas: una para cargos nacionales, otra para los provinciales y una tercera para los municipales. Y si a eso, se le agrega la boleta única que se lee electrónicamente, mucho mejor. Se habrá avanzado una enormidad en la calidad de nuestra democracia.
No es tan difícil, es solo cuestión de convicciones democráticas.
SAN LUIS. Abril 25 de 2011.