Me voy a meter en cuestiones del derecho. No como especialista. Sino como hombre de pueblo, laburante, hijo adoptivo de esta tierra sanluiseña. Y que como todos, debo dar explicaciones claras y convincentes sobre lo que nos pasa como personas y como pueblo.
Para hablar claro y pedir que hagan lo mismo conmigo y para con todos.
Me voy a meter en cuestiones del derecho. Debo hacerlo.
Porque estoy harto que me tomen el pelo, que me quieran hacer pasar gato por liebre, que se burlen de todos y que de ese modo se construya una sociedad que no quiero, que muy pocos queremos y que muchos, muchísimos repudiamos.
Sabemos que la Constitución es la madre de las leyes, la base de nuestra organización política y social. Que de su observancia deriva la seguridad en nuestras vidas, el pleno funcionamiento de nuestras instituciones democráticas, la garantía de nuestros derechos y deberes. Sabemos que la Constitución debe ser respetada y que si algo no nos gusta de ella, debemos cumplir con los pasos establecidos para modificarla. No caben otras vías.
Esto es lo que sabe y quiere el pueblo.
No así los poderosos que haciendo valer lo que tienen hacen su antojo en el poder, pisoteando la Constitución, las leyes y las instituciones. Doloroso recuerdo tiene el país de estos acontecimientos.
La forma actual que tienen para violentar la Constitución es el manejo arbitrario de las ocasionales mayorías políticas, para sostener interpretaciones antojadizas, caprichosas de ella y de las leyes que de ahí derivan.
Y ésta es la realidad de nuestro San Luis, desde diciembre de 1983 a la fecha y cada vez más. Así es como se ha construido un clima enrarecido y opresor en la vida provincial. Este gobierno, con varias caras pero siempre en la misma farsa; nos tiene hartos de hacer con la Constitución y las leyes, simples objetos del ejercicio de lo peor de la profesión del derecho: violarla a su antojo y luego justificar burdamente lo hecho.
Todo con el solo y único objeto de sostener a un grupo familiar en el poder, para que lo gocen enfermizamente y se enriquezcan hasta lo inconcebible, repartiendo migajas a los amigos y lacayos que forman parte del ejército opresor del pueblo. Todo dentro de una burda y falsa máscara de ejercicio de la democracia.
Ejemplos nos sobran desde 1983 a la fecha y es un excelente ejercicio de aprendizaje democrático revisar la historia institucional sanluiseña de ese período.
Pero veamos las últimas manifestaciones de esta construcción totalitaria ejercida por los Hnos. Rodríguez Saá: se colgaron, como si fueran pueblo, de la consigna “que se vayan todos” y promulgaron una ley que enmienda la Constitución dando por terminados los mandatos de todos los funcionarios y legisladores elegidos según manda la Constitución.
Desde el mismo momento de la sanción de esta ley, se levantaron miles de voces clamando por su inconstitucionalidad. Las razones de estos reclamos están ya largamente explicados e instalados en nuestra sociedad, por lo que cabe ahorrar más explicaciones.
Tras los reclamos vienen las “aclaraciones” de los títeres cumplidores de órdenes, los explicadores de lo imposible.
Y escuchamos al Dr. Samper (equivalente puntano del satánico Dr. Barra del menemismo), a decirnos que en la Constitución hay normas fuertes y normas débiles; que éstas se pueden modificar fácilmente. Para él queda claro que quien determina la fortaleza o debilidad de la norma es su patrón. Que una cláusula transitoria no modifica la Constitución, aunque nos cambie la vida institucional. Leemos al Dr. Agúndez (Procurador General de la Pcia.) que la inconstitucionalidad de una ley no es tema judiciable, sino político. Es decir, sujeto también a definición de sus patrones.
Este gobierno, sus creadores y sus sostenedores con especial participación de sus hombres de derecho (¿?), actúan para que la Constitución y las leyes estén sometidas a su libre y caprichosa interpretación. Y que los jueces callen o aplaudan de lo contrario dejarán de serlo. Para eso sirvieron las parodias de juicio político a las juezas de Villa Mercedes que osaron expresar su opinión acerca de la opresión que viven los jueces.
Y que el pueblo acepte toda esta sucia cocina politiquera de los Rodríguez Saá, como vida democrática. No podemos dejar de lado que quienes andan en San Luis por los 40, sólo han conocido el adolfo-albertismo como expresión de la democracia Por si acaso, nos entretienen con gastos fastuosos en fiestas inaugurales de pretendidas nuevas ciudades, estadios y versos informáticos que no alcanzan para ocultar la pésima educación, la pobre atención de la salud, la pésima distribución de la riqueza, la desocupación y la creciente desnutrición. Realidad ésta que es ratificada por los incontables planes de pasantías y de ayuda alimentaria, que si la realidad provincial fuese como el oficialismo dice, serían totalmente innecesarios.
Como integrante del pueblo, como laburante, como dirigente preocupado por lo que me rodea, lo que me pasa y lo que me hacen; digo que se desde 1983 se viene construyendo un estado totalitario desde dementes que quieren todo para sí a cualquier precio, rodeados por un coro de aplaudidores y de justificadores tramposos de los hechos y muchos que se tragan cualquier verso a cambio de un pretendido bienestar material.
Este pisoteo de la Constitución y de la leyes, con explicaciones, justificaciones o fallos ridículos ya nos tienen hartos a los que queremos vivir respetados y respetando; y que queremos enseñar eso mismo a los que vienen abriéndose paso en la vida. Y es obra de quienes ofenden al derecho.
Si seguimos así, bajo el yugo de los Rodríguez Saá y de su probable dinastía, ¿qué nos puede esperar en el futuro a los sanluiseños? La locura parece no tener fin, ¿a dónde iremos a parar si no acabamos con ella? ¿Cómo puede ser que la Nación y sus tres poderes, miren para otro lado mientras esto pasa? ¿O acaso hay una complicidad que permite zonas liberadas? ¿Dónde están los verdaderos defensores del derecho?
No parece que desde lo nacional debamos esperar demasiado. Sólo nos queda la imprescindible y valiente participación en instituciones que cuenten con un sólido marco doctrinario capaz de superar esta construcción diabólica de poder. Y siempre dispuestos a integrarnos solidaria y fraternalmente. Lejos de la vulgar, triste y lamentable apetencia electoralera que nos rodea.
¡Que se vayan todos los responsables de este San Luis oprimido! ¡Ya es hora de lo nuevo!