DE LAS CORRUPCIONES.

En esta actualidad que nos toca vivir, la corrupción es un tema que ocupa un considerable espacio en la conversación y en la preocupación de todos. Sin embargo, es tanto lo que se la ataca y desprecia sin que se produzcan sanciones (ni sociales ni jurídicas) que a poco vamos cayendo en el cinismo de admitir que todos roban allí donde estén y en el pesimismo de creer que nada puede hacerse. Así, la corrupción aparece como una enfermedad muy contagiosa y endémica.

Cuando se habla tanto de un hecho como éste, es necesario detenerse un poco a reflexionar sobre él. Para definirlo y conocerlo en todas sus manifestaciones e intentar luego, atacarlo con algunas posibilidades de éxito (al menos más que las actuales).

Por lo general nos referimos a la corrupción económica y decimos que son actos corruptos los siguientes:

* Cuando se da propina al empleado o funcionario por su trabajo.

* Cuando el funcionario o empleado pide por hacer aquello a que está obligado a hacer.

*Cuando se paga al funcionario o empleado para que haga lo que no debe hacer.

* Cuando el funcionario o empleado se aprovecha de la información específica de su cargo para obtener beneficios propios.

Ya con esos datos podemos hacer el ejercicio de ir ubicando los hechos que casi diariamente advertimos en la sociedad y en nuestros gobiernos.

Pero cuando esta corrupción está generalizada y sin perspectivas de castigo, es porque antes tuvo lugar otro tipo de corrupción que permite la corruptela económica.

La llamamos corrupción por corrosión. Y la definimos como esa lenta pero efectiva tarea ejercida desde el poder político para manejar, asumir o anular todos los controles y limitaciones que nuestro sistema democrático ha establecido para evitar, precisamente, la corrupción.

Son los casos de construcción de un poder político casi omnímodo, con control absoluto de las estructuras partidarias, que se designan no por capacidad sino por amistad, cuando los integrantes de organismos controladores (Tribunal de Cuentas, Defensor del Pueblo, etc) están integrados por amigos o ex funcionarios controlados, etc.

La evidencia diaria de esta corrupción por corrosión hace que el común de la gente termine por descreer del sistema democrático, se vuelva indiferente o actúe en la vida política con los mismos criterios materialistas con que ve actuar a sus gobernantes. Atrás van quedando los ideales de la justicia, solidaridad y equidad con que alguna vez todos soñamos.

Esta corrupción por corrosión es quizás la más maligna. Porque es imprescindible para que la económica crezca y quede sin las sanciones debidas y porque fundamentalmente hace que la sociedad descrea de la democracia y deje de participar activamente en ella.

O que lo haga para sumarse a la corruptela.

Algo puede hacerse, es cuestión de actuar con coherencia, sin prisa pero sin pausa, en dar la repulsa y el aislamiento social que merecen todos los corruptos hasta terminar con el rechazo electoral a todos los involucrados, por acción u omisión, en cualquier forma de corrupción.

Castigando con el voto negativo aún a aquellos que han elaborado una imagen de eficiencia gubernamental.

Es difícil, pero soñamos con que no sea imposible.

Publicado en EL DECAMERON * Nº 10 * 10 al 20 de febrero de 1996