Aunque parezca mentira hay cosas que aún no se han dicho acerca del secuestro del gobernador Rodríguez Saá, ocurrido en octubre del 93. Es verdad comprobada que el doctor Adolfo Rodríguez Saá, durante 8 años por lo menos, mantuvo una relación adúltera con la señora Esther Sesín.
Es decir que el gobernador durante ocho años planificó un engaño sistemático y prolijo a su esposa e hijos. Mintiendo acerca de dónde había estado, con quién había estado, qué había hecho, etc. Paralelamente se presentaba ante su comunidad provincial como un ejemplar esposo y padre de familia.
Y esta mentira se cumplió pese a ser el gobernador un hombre de leyes que tienen al adulterio como delito. Pese a que su ideología política defiende la familia. Y pese a que su religión que públicamente profesa, castiga el pecado del adulterio.
Esta conducta afecta a todos por varias razones.
1* El gobernador es un personaje público, el más importante de la provincia y esto lo convierte en un modelo a imitar. El mismo lo ha dicho en muchas ocasiones.
2* El engaño no fue un acto fugaz, fruto de un momento de pasión en que se pierden los estribos y se olvidan principios éticos, legales y religiosos. Sino que fue una doble vida planificada hasta ser rutina de años.
3* Quien es capaz de romper su compromiso de fidelidad con esposa e hijos, no ofrece ninguna garantía de fidelidad para con el pueblo que le confió la conducción política, económica y humana de la provincia. Porque quien planifica y ejecuta hasta el cansancio el engaño matrimonial, también lo puede hacer en una elección, en una licitación, una compra, un juicio, etc.
4* Los favores de alcoba se pagaron con los cargos públicos que ocupó Sesín sin mayores indicios de idoneidad. Y por sobre todo está el grave riesgo de presiones, extorsiones y chantajes que pueden hacer en su beneficio particular los sabedores de estos enredos.
En países con cultura política, esta conducta disoluta se paga con la carrera política de los involucrados. Los que con restos de dignidad personal y de respeto hacia la comunidad renuncian sin más trámite.
Aquí no hubo renuncia, ni se la exigió. Hubo, sí una efectiva y agotadora tarea de parte del oficialismo para ocultar lo esencial de los hechos con mentiras, engaños, repartos de culpas, etc. Los publicitados perdones familiares y religiosos quedan reservados a la intimidad propia de cada ámbito.
Lo que interesa es la actitud de la comunidad, de los que creyeron en el gobernador y de golpe se encontraron con una mentira tan larga como grave y que para colmo de males, parece haber dado una lamentable patente de macho potente y envidiable.
Si pensamos en el 71% de los votos con que fue reelecto recientemente podemos pensar que la comunidad perdonó al Gobernador.
Pero no es tan así, porque antes del perdón debiera existir el reconocimiento público de la falta, la disculpa humilde y sincera. Y esto no ocurrió.
La soberbia y el desprecio por los sentimientos del pueblo se manifestaron al no tener para nada en cuenta la ruptura de la confianza entre gobernados y gobernantes. Estos siguen como si estuviesen muy por encima de estas cuestiones, en la actitud mesiánica de siempre.
San Luis fue engañado por su Gobernador. Por ello el doctor Adolfo Rodríguez Saá debió renunciar. Y aunque esto no haya ocurrido, el reclamo estará siempre vigente. Porque la ética no es cuestión pasajera, ni tema que se trate cuando al poderoso le conviene. Pero parece que en San Luis es mejor no pensar y dejar la exigencia ética para otro momento y otro lugar. Aquí no pasó nada. Hay que acatar, callar y respetar aunque no sea ésta última, una conducta recíproca.
Los pueblos tienen los gobiernos que se merecen. Y así nos va.
Publicado en EL DECAMERON * Nº 5 * 17 AL 26 DE Noviembre de 1995.