con demasiada frecuencia asistimos a un lamentable ejercicio de prácticas políticas impropias de personas que se supone adultas, experimentadas y con importantes responsabilidades.
Todo surge de la práctica política basada en atacar, vilipendiar o destruir al otro. Y no precisamente en el campo de las ideas, de las propuestas, de las realizaciones que lleven a alcanzar el bien común y la dignidad de las personas y de la Argentina toda. Sino pelea allí donde deberían coordinar para solucionar los innumerables problemas del pueblo argentino.
Tanto para el ataque como para la defensa se usan argumentaciones que nos dan vergüenza ajena. Vayamos viendo algunos ejemplos.
En los medios de Comunicación: Que si Lanata esto o aquello; que si VH Morales allá o acullá; que si Clarín y Magnetto; que si Página 12; que La Nación; que 6,7,8; que la realidad, que el relato, etc. Los ataques son duros, persistentes y muchos se suman a uno u otro bando al punto de estar ya en una más de las tantas dicotomías falsas en las que solemos caer los argentinos y que tan buenas son para enfrentarnos.
Poco y nada interesa saber acerca de la naturaleza del mensaje, de su mayor o menor apego a la realidad de los hechos, de analizar sus causas, efectos y proyecciones. Interesa quien lo dijo para desacreditarlo, como si matando al cartero la realidad fuese otra. Y la verdad queda escondida y sujeta al color del cristal con que se la mira. Nace así el odio que se va desarrollando entre los sectores que creen a unos u otros. Vamos cada vez más a un enfrentamiento, tan ridículo como trágico en sus posibles consecuencias.
En lo provincial: Ponce abandona el lamentable Pacto Provincia – Municipios y la Provincia se toma revanchas. La Policía deja de la noche a la mañana de atender el tránsito sin importar lo que pase. La nueva terminal de ómnibus estará en San Luis, pero la manejarán los intendentes vecinos. Lo mismo se anuncia para un basural modelo. Gobierno y Municipalidad de San Luis vienen discutiendo y tirándose palos mutuos por el Corredor Vial, sin que se avance en su solución, ni siquiera haciendo lo que ordena la Suprema Corte de Justicia. La Municipalidad provoca un caos en el tránsito obligando a sus empleados conductores del transporte urbano a ir al Concejo Deliberante, para apoyar el aumento de boleto que le niegan los concejales adictos al gobierno provincial. Algo parecido supo ocurrir cuando Lemme era la Intendenta.
En lo nacional: Entre el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires (Macri) y el gobierno nacional (Cristina y los suyos) se vienen tirando con todo. Que el Subte es tuyo y no mío (dicho de ambos lados); con paros a los que nadie pone ni la cara ni la solución, porque la responsabilidad es del otro; diputados opositores van a las cárceles para analizar las escandalosas salidas de los presos y el Ministro Alak dice que ellos irán a visitar el Borda para ver qué pasa ahí. Crece la inseguridad pero la Nación retacea policías. Un Gobernador se candidatea a presidente para el 2015 (¿¡para qué tanto apuro!?) y la Nación le retacea fondos y busca ponerlo de rodillas.
Muchas otras son las manifestaciones de los gobiernos en las que se evidencia una conducta de choque con el opositor, no de solución de problemas, de ataques no de búsqueda de coincidencias. Los argentinos estamos muy politizados pero no tenemos cultura política. Interesa mucho más la fracción, el partido que el conjunto. Es preferible destruir al otro, evitar que haga, que resuelva, que trabajar en conjunto. La unidad nacional o provincial es aquella en la que los demás hacen lo que yo digo y me aceptan como jefe. A eso hemos llegado.
Esta politización es falsa, es negativa, es retrógrada, pone en evidencia la ambición por el poder (y la riqueza que entre nosotros eso trae de la mano) antes que la vocación de servicio.
Se promete mayor participación en la vida democrática, pero con los propios (los clientes?). Y si hay que dejar de lado a los que saben, tienen experiencia y antigüedad, se lo hace con total descaro, postergando todo lo que sea hasta tener fuerza propia a la cual hacer participar. Y si hay que mentir o interpretar antojadizamente la Constitución y la ley, se lo hace, nunca falta quien se arrogue la calidad de constitucionalista que avale una cosa así, ni juez que lo avale o que entierre los reclamos.
A este lamentable juego han llegado por gusto y convicciones buena parte de las expresiones de políticas argentinas. A eso nos han arrastrado los argentinos. Nuestra vida política, nuestras instituciones republicanas carecen de valores éticos. Solo tiene peso la riqueza y el poder que se acumulan. Y cómo se reparte ambas cosas. Tras eso la búsqueda de la impunidad, de ahí la gran preocupación por tener más poder y más riqueza para “convencer” conciencias y asegurar esa impunidad. Para ello se buscan todas las formas de continuidad en el poder, ya sea por re reelecciones, por nepotismo, por el control sobre “delfines”, etc.
Las conductas que citamos al comienzo y que son la más liviana forma de esta corruptela institucional, son más propias de niños malcriados y caprichosos que todo lo quieren para sí. Y no tienen el menor atisbo de vergüenza como para intentar disimular esos procederes. No soñemos con que los vayan a abandonar.
Para satisfacer esos caprichos, para evidenciar conductas tan impropias, tan carentes de valores, se usan el territorio geográfico de la Patria y el territorio institucional de nuestra democracia republicana.
No es un panorama reconfortante. Quizá sin siquiera se pueda ser optimista en el corto plazo. Pero es imprescindible denunciarlo claramente, repudiar a sus responsables y ponerse de frente con ideas y propuestas.
Si los que nos destruyen trabajan y tanto; los que queremos otra calidad de vida no podemos quedarnos de brazos cruzados y amordazados.
Pobre futuro estamos construyendo así, si las nuevas generaciones han de ser según estas enseñanzas que reciben a diario.
San Luis* Agosto 6 de 2012