¡Qué curiosa y lamentable habilidad que tenemos los argentinos para agrandarnos y alardear de lo bueno que dicen o hacen otros! Y esto de alardear va unido a adoptar modas tan livianas como pasajeras y para nada significa seguir ejemplos. Nos sale bastante bien eso de aplaudir ideas, acciones y propuestas para luego tomarlas a la ligera o directamente borrarlas de nuestra agenda de vida.Un ejemplo de esta característica está dado por la forma en que se asume esto de que el actual Papa sea argentino.
Quizás nuestro error primero sea considerarlo no como un Papa nacido en Argentina, sino como un Papa para Argentina. Buscando que sea él quien haga o resuelva lo que no hacemos nosotros.
Como jefe de la Iglesia Católica SS Francisco se dirige al mundo católico, pero también a todos los hombres de buena voluntad, con la esperanza de movilizar conciencias y acciones en línea al humanismo trascendente. Intento acá analizar la reacción de los argentinos a algunos de sus conceptos.
El Papa Francisco fue elegido entre otras razones, por sus expresiones acerca de los cambios necesarios en la Iglesia y en particular de la Curia Romana, tan preñada de euro centrismo y de hábitos principescos. Ideas propias de un testigo de tantos sufrimientos y explotaciones que agobian al pueblo latinoamericano y que han sabido expresarse en la Teología de la Liberación y en la Teología del Pueblo.
En estos dos años de su pontificado Francisco se ha expresado largamente con lenguaje claro, coherente y sin vueltas acerca de la realidad eclesial y del mundo mismo. Y con esa misma claridad nos ha dicho también cuál debiera ser el camino del compromiso para resolver estos problemas.
Mientras el conservadorismo tradicional lo critica duramente, la mayoría de los argentinos lo aplaudimos con alguna superficialidad porque poco, muy poco se advierte en cuanto a nuestros cambios de conducta personal y social de modo tal que convirtamos en realidad sus ideas.
Veamos algunos, sólo algunos ejemplos.
” Quiero lío en las diócesis, quiero que se salga afuera, quiero que la Iglesia salga a la calle, quiero que nos defendamos de todo lo que sea mundanidad, de lo que sea instalación, de lo que sea comodidad, de lo que sea clericalismo, de lo que sea estar encerrados en nosotros mismos…” «El pueblo de Dios necesita pastores con olor a oveja, no funcionarios ‘clérigos de despacho».
¿Qué lío estamos haciendo los católicos argentinos en nuestra iglesia?¿Hemos dejado la mundanidad, hemos cambiado o seguimos haciendo lo mismo de antes? ¿Hasta dónde el clero deja la comodidad de sus despachos para estar al lado de sus fieles?
”No dejen que otros sean los protagonistas del cambio, ustedes son los que construyen el futuro». ” No balconeen la vida, métanse en ella, como hizo Jesús».
La inmensa mayoría de los gobernantes y legisladores argentinos han sido y son católicos. De ahí que católica sea la responsabilidad de lo que nos aqueja. Debemos asumir esa realidad y decidirnos a ser “los protagonistas del cambio”. Quienes tenemos una visión cristiana, humanista y trascedente tenemos el mayor compromiso. Saiendo actores y parte del batallón de empujadores del que nos hablaba Jauretche.
«Quisiera que se escuchara el grito de Dios preguntándonos a todos: ¿Dónde está tu hermano?. ¿Dónde está ese que estás matando cada día en el taller clandestino, en la red de prostitución, en los niños que utilizas para mendicidad, en aquel que tiene que trabajar a escondidas porque no ha sido formalizado? No nos hagamos los distraídos.”
Sí, no nos hagamos los distraidos. Sigue el trabajo esclavizado o en negro, la trata de personas, la explotación de niños. Con silenciosa indiferencia seguimos comprando lo que así se produce.
“Esta civilización mundial se pasó de ‘rosca’, porque es tal el culto que ha hecho al dios dinero que estamos presenciando una filosofía y una praxis de exclusión de los dos polos de la vida que son las promesas de los pueblos… La concepción economicista de la sociedad busca el beneficio egoísta más allá de los parámetros de la justicia social. Molesta que se hable de ética, de solidaridad mundial, de distribución de los bienes, de preservar las fuentes de trabajo, de la dignidad de los débiles, de un Dios que exige un compromiso por la justicia».
Recordemos también ahora palabras de Mons. Elder Cámara: “Si le doy de comer a los pobres, me dicen que soy un santo. Pero si pregunto por qué los pobres pasan hambre y están tan mal, me dicen que soy comunista.”
La calificación de comunista que le han dado a Francisco es propia de quienes ignoran la Doctrina Social de la Iglesia, o la rechazan porque atenta contra sus ambiciones.
No caigamos en la trampa neoliberal, el cristianismo es liberador, no opresor como el comunismo y el mismo neoliberalismo (ambos, en todas sus distintas expresiones)
«La dignidad no es la que da el poder, el dinero, la cultura, no. La dignidad nos la da un trabajo digno”.
Pero nuestros gobernantes no generan empleo para persistir con sus planes asistenciales tan ligados a la extorsión politiquera.
Desde sus años como Cardenal, el Papa nos viene diciendo: “el pecado se perdona, la corrupción no. La corrupción es la gangrena de un pueblo”. Pero seguimos conviviendo con muchas formas de corrupción, especialmente la político-gubernamental, sin la suficiente convicción para desterrarla y hasta justificándola con aquello de “roban pero hacen”.
“Hay mucho de complicidad cómoda y muda. Están los corruptos de los negocios y los corruptos eclesiásticos. Están por todas partes. Y tenemos que decir la verdad: la corrupción es precisamente el pecado más a la mano, que tiene aquella persona con autoridad sobre los demás, sea económica, sea política, sea eclesiástica. Todos somos tentados”.
Otro sería el cantar si además de criticarla, hiciéramos lo necesario para desterrarla d e nuestra sociedad. »Esa apatía es sinónimo de irresponsabilidad». Así es como hemos llegado a vivir en una verdadera anomia.
Y yendo al terreno concreto de las acciones, Francisco nos dice:
«La política es una de las formas más elevadas de la caridad, porque sirve al bien común. No puedo lavarme las manos. ¡Todos tenemos que dar algo!»… Un buen católico debe entrometerse en política, dando lo mejor de sí … debe participar en la vida política y la humildad y el amor por el pueblo deben ser características indispensables para quien gobierna”
«¡Pido a Dios que crezca el número de políticos capaces de entrar en un auténtico diálogo, que se oriente eficazmente a sanar las raíces profundas y no la apariencia de los males de nuestro mundo!»
«El necesario realismo de la política y de la economía no puede reducirse a un tecnicismo privado de ideales, que ignora la dimensión trascendente del hombre».
Esto se resuelve al“… poner la dignidad de la persona humana al centro de toda perspectiva y de cada acción. Los otros intereses, aunque sean legítimos, son secundarios». Cuestión elemental, pero demasiado olvidada.
Para que ese compromiso cristiano con la política necesitamos conocer a fondo la Doctrina Social de la Iglesia y desde sus fundamentos analizar la realidad y proponer lo necesario para que se concrete el Bien Común. Alejándonos así de las superficiales consignas del marketing político que nos viene del peor liberalismo extranjero.
También con energía Francisco nos habla de la droga: “ ¡Cuántos “mercaderes de muerte” siguen la lógica del poder y el dinero a toda costa! La plaga del narcotráfico, que favorece la violencia y siembra dolor y muerte, requiere un acto de valor de toda la sociedad. No es la liberalización del consumo de drogas, como se está discutiendo en varias partes de América Latina, lo que podrá reducir la propagación y la influencia de la dependencia química. Es preciso afrontar los problemas que están a la base”
Sin embargo en esta campaña electoral son demasiados los candidatos que proponen la despenalización de la droga y hasta los que promueven su consumo.
Y así como no atendimos a sus muchas intervenciones sobre educación cuando era tan sólo el Cardenal Primado de Argentina, hoy lo escuchamos decir “La docencia es un oficio hermoso pero mal pago”, al tiempo que vemos cómo ese concepto es cuidadosamente eludido por la mayoría de los actuales gobernantes y candidatos.
Otro tema que revela la incoherencia del catolicismo es el aborto. Ha dicho SS Francisco “Es necesario reiterar la oposición más firme a cualquier atentado directo a la vida, especialmente inocente e indefensa, y el nonato en el seno materno es el inocente por antonomasia…’La vida desde su concepción ha de ser salvaguardada con el máximo cuidado; el aborto y el infanticidio son crímenes abominables»
Hoy el Ministerio de Salud de la Nación impone un protocolo que con defectos legales y hasta inconstitucionales, habilita de hecho al aborto libre. Demasiadas personas que se dicen fervientes católicos, callan y apoyan ese proyecto político, hoy devenido en abortista.
También en varias ocasiones el Papa se ha referido a la maldad de las habladurías y los chismes. Sin embargo nos hartamos de ver cómo prolifera la chismografía en diarios, revistas, radio y TV; muchas veces mintiendo, inventando, destruyendo la vida de personas, como si fuese un modo sano de entretensión o información.
A modo de cierre.
El Concilio Vaticano II en su documento Gaudium et Spes señaló:
Pero no es menos grave el error de quienes piensan que pueden entregarse totalmente a la vida religiosa, pensando que ésta se reduce meramente a ciertos actos de culto y al cumplimiento de determinadas obligaciones morales. El divorcio entre la fe y la vida diaria de muchos debe ser considerado como uno de los más graves errores de nuestra época.
Este flagrante divorcio entre Fe y Vida es lo que debemos resolver los católicos, especialmente los argentinos. Y eso no se logra “haciendo cáscara” con nuestro Papa. Se hará cuando la Fe y nuestra Doctrina Social guíen nuestro pensar, hacer y decir. Dice el Papa “El cristianismo no es comodidad. Ni conformismo o complicidad con las iniquidades que dañan la dignidad de las personas impidiendo el logro del bien común.”
Entonces ni cómodos, ni cobardes, ni cómplices. Francisco nos insta a «apostar por los grande ideales, a no tener miedo de soñar con cosas grandes». Y define sólidamente «La fe es una revolución; os animo a entrar en la onda de la revolución de la fe». «Sean los primeros en tratar de hacer el bien, de no habituarse al mal, sino a vencerlo». Y una actitud revolucionaria exige tanto de la crítica como de la autocrítica.
Una situación como la que hoy vive y sufre nuestra Argentina se resuelve desde la más plena coherencia entre lo que creemos, pensamos y hacemos.
De nada sirve lo que dice y hace Francisco, si nos cerramos de ojos, oídos y alma cuando llega el momento de la acción comprometida. Si de verdad nos enorgullecemos de Francisco, hagamos que él también se enorgullezca de nosotros al ponernos en acción para ser instrumentos fieles y permanentes de ese pensamiento que quiere reformar la Iglesia para convertirla en pobre y al servicio de los pobres. Basta de soberbia, porque así estamos relativizando a Francisco y banalizando sus palabras y enseñanzas.
Por cierto que no todas las culpas son de los laicos. Es evidente que la Doctrina Social de la Iglesia no es difundida o enseñada como se debe. La mayoría del catolicismo no la conoce o tan sólo la ha oído mencionar, sin saber bien de qué se trata. Y eso es responsabilidad de la jerarquía eclesiástica ¿Por qué? Por los mismos defectos que SS Francisco supo señalar antes de su elección, una Iglesia demasiado apegada a los oropeles, beneficios y comodidades que da la cercanía de los poderes político y económico.
Basta entonces de buscar la foto con el Papa, como un trofeo cholulo. Basta de esperar que sea él quien elija, gobierne y legisle. Basta de acrecentar el ego nacional (también criticado por Francisco). Escuchemos, aprendamos y actuemos para lograr la coherencia entre Fe y Vida que nos haga ser la sal y levadura de los cambios que necesitamos.
SAN LUIS. Agosto 1 de 2015.